martes, 11 de enero de 2011

EL AGUACERO



Hace ya dos años que mi amigo Nacho Pantojo "abandonó" sus negocios de ocio nocturno para hacer realidad uno de esos sueños que tenía desde hacía años, montar un restaurante en colaboración con su primo David, en calidad de jefe de cocina. Eligió para ello un antiguo local de copas situado en el centro en el que tuve la suerte de trabajar durante algunas temporadas, llegando incluso a diseñar el logotipo que lucía en tarjetas y junto a la escalera que daba acceso al sótano...
Divago cuando los recuerdos me asaltan. Lo importante es que esta experiencia ha conseguido hacerse un hueco dentro del panorama gastronómico cordobés.

Con una carta con la medida adecuada, son de resaltar las croquetas , (delicias de pato y boletus o las "delicias de la abuela", más tradicionales); un magnífico paté de perdiz casero y, especialmente, el cochinillo a baja temperatura con patatas confitadas. Merece una mención aparte el crujiente de rabo de toro sobre parmentier, a la sazón una especie de sutil crêpe relleno de rabo de toro desmigado, acompañado con el tradicional puré de patata mejorado. Tratan muy bien el pescado, incluyendo en su carta un magnífico lomo de atún a la parrilla con trigueros y pesto de tomates rojos. La carta de vinos, algo corta aunque bastante innovadora, adolece de grandes nombres aunque se suple adecuadamente con apuestas por nuevas bodegas. Los postres son muy correctos y el café se puede disfrutar. Hasta hace muy poco tiempo, no disponía de licores para concluir la velada, tema este subsanado desde las pasadas navidades, en las que se hizo con una sutil colección de licores de alta gama para dar por terminada una gran comida.
El aguacero guarda además otro pequeño detalle que me une sentimentalmente a él. El logotipo y el texto que ilustra la pared del fondo del local ha sido elaborado por un gran amigo y compañero en esto del diseño gráfico, Manuel Fresno. Durante mi última visita tomé nota de ese texto y procedo a reproducirlo: " el aguacero, manjares desde el cielo. Lluvia sinuosa que viene repentina, cae rápidamente y, al mismo tiempo desaparece tras un recorridos descendente. Así es el aguacero. Agua de vida, agua voluptuosa, agua de rosas. Cae tempestuosa, con fuerza...creando una explosión de sensaciones, lluvia que cae y se desliza recorriendo el camino hacia el infinito de la nada...agua, sólo agua. Y trae consigo la calma, olor a tierra mojada, alimentada por su cuerpo. Alimento que refresca, llena y aviva los colores, limpia y depura. Así es el aguacero. Sin más, agua para vivir, para sentir, para oir...para recordar... Siempre sin olvidar."
En definitiva, una visita necesaria para la que necesitaremos reserva si nos acercamos a los fines de semana, siendo prácticamente imposible conseguir mesa para cenar viernes y sábado. Gracias por los buenos ratos que he pasado en vuestra compañía y por los muchos momentos que pasaremos juntos.