
Acudimos a probar el nuevo
restaurante que hacía poco había abierto sus puertas en un local que a todas luces ofrecía muchas posibilidades. Efectivamente, el local como tal es francamente bonito. Algo frío por eso de estar rodeado de cristaleras que nos dejan a merced de los indiscretos ojos de los viandantes, pero muy cuidado en los detalles.
Dos ambientes bien diferenciados, en colores y situación, para separar a fumadores de los que no lo somos. Diferencias también en la carta, ya que apuestan por una combinación bastante extraña, mezclando la cocina oriental; (bastante ambiguo el concepto), con la italiana.
Una carta ni corta ni larga, correcta en lo que ofrecen, y muy acertada en lo que se refiere a la pasta recién hecha, buque insignia del restaurante y elaborada a la vista de los clientes en una magnífica cocina acuario.
La comida, buena sin estridencias, peca de sosa en la totalidad de sus platos. Pese a ello, los productos son buenos, los vegetales frescos. Entiendo demasiado innovador el intento de fusión en la cocina, ya que su arroz oriental con huevo y plátano frito dejaba mucho que desear.
El café, bueno y en cantidad suficiente como para agotarnos, y un precio correcto; ni excesivamente caro ni barato. Creo merece una segunda oportunidad.