Me he venido a referir a este local en alguna ocasión, asociándolo a mi llegada a Córdoba desde mi lejana infancia en Sevilla. Aqua estaba situada en los terrenos que quedaban a la derecha del viaducto según accedias a la Avda. del Brillante. Eran terrenos alquilados a EMACSA y un verdadero punto de encuentro para una gran cantidad de amigos que, bien para el aperitivo semanal, o para la reunión con las familas el fin de semana. Una gran terraza llena de mesas de granito era el sitio por donde correteábamos siendo unos zagales. Recuerdo los platos combinados dónde destacaban los crispines de mero, (especie de san jacobos de mero con jamón), los bololos, (los tradicionales huevos con bechamel sevillanos, servidos con salsa de tomate y ensalada). El espectacular surtido de sandwiches, (especialmente el club y el vegetal, asombrosos) y la tortilla casona, servida con salsa rosa que hoy día podemos encontrar en La Moraga de Dani García, (del que hablaré en próximas entradas). Nueces garrapiñadas con nata y las clásicas copas de helado, amén de los batidos donde destacaba mi desayuno cuando cada sábado, temprano en la mañana, volvíamos a Sevilla a visitar a la familia, el de menta. Muchos camareros de los que recuerdo continúan en activo, con locales propios o trabajando en otros. Aún nos recuerdan como los chicuelos que correteaban entre las mesas y pedían paquetes de patatas.
Con el paso de los años el contrato expiró y Aqua cerró sus puertas, aunque fue solo por un limitado periodo de tiempo. Al poco Antonio, su propietario alquiló otro local a unas decenas de metros del original. Conservó el nombre y la tipología, incluso alguno de los camareros, como el inmortal Ramón, testigo de mis correrías. Vistió un local en bruto con hermosos mármoles color crema y organizó un comedor como el que otrora ocupaba el fondo del local. Un local amplio y hermoso, muy iluminado que pronto se llenó de prácticamente los mismos amigos que se reunían en el anterior. La carta era muy similar, incluyendo las almendras tostadas cortesía de la casa y aquellas enormes cervezas gran duque con que se obsequiaban algunos clientes. Recuerdo como si fuera ayer como alguno de los amigos de mis padres se reunían y entre cervezas y copas arreglaban el país. Seguían preparando el mítico café irlandés, cuya preparación tenía un ritual . Sobre una esquina de la barra, colocaban los largos vasos que contenían el azúcar. Preparaban el café y calentaban en la correspondiente jarrita metálica, que posteriormente era flambeada y vertida sobre el café azucarado. Agitado con una larga cucharilla esta era usada para ayudar a que la nata semibatida se deslizara delicadamente por uno de los lados, sin mezclarse con el resto de los componentes, dejando un precioso café irlandés con tres capas de colores diferentes. Todo un ritual, como puede verse.
Los amigos que llenaban el local, por causas propias de la vida, fueron dejando de acudir. Nos faltan por causas naturales Ángel, el profesor de deportes de La Salle, que almorzaba habitualmente en la barra. Paco Mancebo el constructor, que rodeado de sus hijos como una gallina se rodea de sus polluelos, solía tomar unas copas de rioja antes de subir a almorzar a su casa. También nos falta Kiko Pastor, el maestro de Salesianos, que era todo un carácter y no faltaba ni un día...sólo una muestra de los muchos que nos faltan. Pasa el tiempo y con el los diez años del contrato tipo que suelen hacerse en la actualidad y, como ocurre en la actualidad, tal vez por la codicia propia del ser humano, la ingerencia de terceras personas o vaya usted a saber, el resultado es que no se renueva el contrato y el otro día, tras meses de rumores sotovoce, sonó el móvil de mi padre. Era Antonio, el propietario, que le instaba a acercarse al local a tomar la última cerveza. Allí se reunieron unos cuantos de esos viejos amigos, los que hacían los peroles un día cualquiera. Se pierde un pedazo de la historia de Córdoba, como hace poco se perdió el mítico bar El Barril, tras 84 años de ininterrumpida historia. El siguiente paso será el cierre del histórico el Correo.
Sirvan estas líneas como sentido homenaje a ese local que me vio crecer y tomarme mi primer whisky en presencia de mis padres; (un Ballantines con agua). Dónde tanta gente interesante solía ver cada vez que iba. Tengo mil historias sobre el y cualquier día de estos me animo y las cuento. Mientras tanto, brindo por Aqua y sus gentes.